A veces parece que las cosas no han cambiado en los últimos 200 años. Algunos creemos en la luz y taquígrafos y otros creen en el ocultismo y el miedo. "Cuidado que se enteran en Madrid o en Bruselas…" es la coartada de algunos para hacer lo que les viene bien.
Los agricultores del plátano se merecen una buena gestión. El plátano y el resto de la agricultura canaria se merece ayudas económicas tal y como recibe el resto de la Europa comunitaria: Las estadísticas oficiales reconocen que más de un 30% de los ingresos de los agricultores europeos proceden de arcas públicas. Muchos recuerdan el hambre sufrida en las dos guerras mundiales, y apuestan por mantener un campo sostenible que produzca algo imprescindible como es la comida.
ASPROCAN, como el resto de los organismos que gestionan la agricultura canaria, ha de contar con los 8.000 agricultores que viven de los plátanos en Canarias. Debe ser totalmente transparente con ellos, y no puede secuestrar votos en función de quién paga su contribución (por millón de kilos).
No podemos retroceder a cuando Fernando VII y otros desgraciados personajes de la historia de España ocultaron y marginaron los avances recogidos en la Constitución de 1812. Entonces permitieron votar solo a las varones que pagaban por ese derecho, ignorando hasta 1869 el voto universal para los hombres que recogía la Pepa, y hasta 1931 para las mujeres.
Eso no está comunicado a Bruselas, como tampoco esconder lo que hacemos mal. Tirar el exceso de producción en el vertedero es el resultado de una mala planificación local, pero también de la actitud de las grandes cadenas de distribución hacia la banana extracomunitaria, o una actuación egoísta e insolidaria de los responsables europeos hacia las importaciones de terceros países que no cumplen la legislación europea (económica, laboral, sanitaria, etcétera).
Nuestro campo y nuestros campesinos merecen la atención de los responsables locales y estatales. No se merece sufrir la importación de terceros países sin aranceles y no contar con ayudas como otros sectores del campo europeo.
El futuro de los plátanos depende de cambiar su gestión. En Cádiz se luchó hasta conseguir que por cada hombre hubiera un voto; aquí parece que queramos retroceder el reloj de la historia.
No podemos gestionar los plátanos entre continuas luchas locales y peleas familiares entre supuestos buenos y malos. Tenemos enfrente a un mundo que manejan pocos, con una estrategia clara y decidida para crecer hasta hacerse con todo.
Sembremos unidad con la vista al horizonte del futuro de esta tierra y de su gente. Enterremos las ideas de Fernando VII en los vertederos de la historia, y tratemos de no enterrar más plátanos.
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