Veamos algunas referencias, la distribución de alimentos en
Canarias está en manos de un número reducido de cadenas de supermercados que
distribuyen el 80% de nuestra comida. No olvidemos que los alimentos producidos
en las Isla, en una lectura optimista, no superan el 10% de nuestra demanda;
por lo tanto, nuestra producción y la suerte de agricultores y ganaderos
dependen básicamente de lo que deciden poner en sus estanterías estos reducidos
grupos de distribución de alimentos. Es en este plano en el que se está
debilitando a nuestros granjeros y agricultores, de tal manera que partidas de
alimentos que podemos producir en estas islas, creando estabilidad social,
puestos de trabajo y futuro para nuestros jóvenes, los están importando del
exterior, como está sucediendo con las partidas de huevos, carne de cochino o
productos lácteos y otras hortalizas y frutas que podemos producir en esta
tierra.
Así, por ejemplo, las granjas de gallinas que pueden
producir más del 90% de nuestra demanda, se encuentran con dificultades para
vender su producción local y no es un problema de precios, puesto que no les
pagan ni 10 céntimos por unidad, si no de la presión de los distribuidores
sobre producciones isleñas, asunto éste que ha contribuido a reducir el
maltratado sector primario en los últimos años en las Islas. Creemos que se
pueden generar puestos de trabajo, estabilidad social y una menor dependencia
para no situarnos en un mal llamado modelo Saudí, pero sin petróleo. No
olvidemos que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes están adquiriendo grandes
fincas en África y en otros puntos del planeta para dedicarlas a la producción
de alimentos ante una supuesta crisis internacional. Sin embargo, nosotros nos
alimentamos con onnis (objetos nutritivos no identificados), en palabras de
Pedro Molina, objetos no identificados ni en el territorio ni en el tiempo.
Así, por ejemplo, estamos importando en el mes de abril
papas cavadas en las islas británicas en agosto o septiembre y otra serie de
partidas alimenticias que las nuevas tecnologías y el alto consumo de petróleo
permiten conservar en frío a lo largo de grandes periodos de tiempo. Por
ejemplo, cuando nos hablan del ciclo del carbono y el cambio climático ignoran
las toneladas de petróleo que se incorporan para cada tonelada de frutas que
consumimos en Canarias y otros lugares del mundo, producidas al otro lado del
planeta.
Por ello, la producción de alimentos en esta tierra no sólo
es cultura, estabilidad social, mantenimiento de la población en nuestro mundo
rural, si no también garantía de futuro y una menor dependencia de alimentarnos
con dólares cada día, alejados de la cultura del campo y de referencia de los
agricultores de la tierra. En este plano entendemos que hemos de pedir en
nuestros supermercados productos de la tierra y todo lo que haga referencia con
nuestro campo y los puesto de trabajos. Así entendemos que la sostenibilidad
social y ambiental es algo más que declaraciones y palabras, y tenemos que dar
un giro en todo lo que signifique actividad productiva local si queremos de
verdad luchar contra el paro y una estabilidad social, incluso para mantener
industrias que hasta hace unos años generaban puestos de trabajo y ahora están
en crisis. Las industrias alimenticias de las Islas demandaban hace 20 años más
de dos millones de kilos de leche en polvo mensual y ahora se ha reducido al
30%. No hay otra manera de generar bienestar y estabilidad social si no nos
incorporamos a un trabajo sostenible, rompiendo con las lacras del paro y la
marginación social.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 3 de Mayo de 2014
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