En las últimas décadas se ha producido una polarización que
ha revalorizado Garajonay asociando el parque nacional a la naturaleza, pero
separándolo del resto de La Gomera. En cierto modo, Garajonay se ha disociado
de la cultura gomera; a lo largo de la historia insular, los gomeros han estado
unidos a los espacios agrarios disponibles en la isla como un todo, desde lo
más alto de las cumbres de la isla hasta los litorales y valles bajos de La
Gomera.
El Garajonay es la joya de la corona de la isla; lo demás
queda a veces como un resto accesorio. Claro que hemos de cuidarlo y sentirnos
orgullosos de sus valores, pero no es bueno para la naturaleza gomera y, sobre
todo, para la sociedad isleña, la devaluación y el olvido que han tenido los
machu picchus gomeros de Guadá, Hermigua, Agulo, etcétera. Dicha devaluación ha
creado problemas serios, tanto en el plano social como en el paisajístico,
incrementado la erosión en los antiguos bancales e incluso generando mayores
peligros de incendios; han quedado los antiguos campos de cultivos cubiertos de
maleza.
Es de destacar los aportes no solo hídricos, sino también de
leña, carbón, rama y pasto para los animales que había proporcionado siempre
Garajonay a los gomeros en esa relación integral hombre y naturaleza. Garajonay
es hijo de los gomeros, si bien allí la naturaleza ha sido menos alterada que
en los valles bajos, en los que se han levantado cientos de kilómetros de
paredes para mantener una jardinería intensiva hasta hace unos años.
Sean estas líneas para hacer justicia con La Gomera
olvidada, sobre todo con esos campesinos que nos han dejado uno de los espacios
más trabajados y cuidados de Canarias. Y sean sobre todo líneas de ánimo y
apoyo para revalorizar un paisaje, una cultura, algo que tenemos que recuperar
como básico para el futuro de esta tierra.
Hoy La Gomera dispone de un caudal importante de agua, unos
setecientos metros cúbicos por habitante y año, mientras que en Tenerife no
alcanzamos los doscientos metros cúbicos. En La Gomera los regadíos actualmente
ocupan una superficie similar a la de Lanzarote, dada la crisis agraria que ha
soportado la Isla Colombina. La superficie regada de plátanos ha pasado de 492
hectáreas y unos dieciséis millones de kilos en 1970 a situarse en unas
raquíticas 168 hectáreas y seis millones de kilos en 2012. No han tenido mejor
suerte los cultivos de papas, frutales o la misma ganadería. Por ello, pese a
que la isla ha aumentado de manera significativa los caudales hídricos en los
últimos años, esto no ha tenido una respuesta en el agro insular, es decir,
tenemos agua pero no tenemos campesinos.
Otra La Gomera es posible; tenemos que dignificar el mundo
rural, creando condiciones sociales y económicas para potenciar tanto los
cultivos de autoabastecimiento como otros de exportación, en la que los
aguacates y otros frutales tropicales tienen posibilidades. Sobre todo hemos de
potenciar a los hombres y mujeres del campo; eso solo es posible si
incorporamos jóvenes en los que la cultura del mundo rural entre desde los
colegios y la sociedad civil; creemos bancos de tierra y principalmente
comunidades vivas en los pueblos de La Gomera, desde mercadillos del agricultor
hasta el suministro de producciones locales en los distintos establecimientos
hoteleros de la isla. Es necesario que se establezcan también pautas para la
limpieza de fincas abandonadas en los entornos a las zonas pobladas, en las
proximidades del monte y en las vías públicas. Es importante también reactivar
las comunidades de regantes para hacer un uso razonable del agua que frene las
pérdidas significativas que tiene el uso de esta en numerosas ocasiones.
La Gomera puede pasar de los 400 metros cuadrados que se
cultivan por habitante en estos momentos a superar una cifra que nos permita
recuperar gran parte de los suelos no marginales cultivados hace unos años.
También es importante la recuperación de la ganadería, tanto como actividad
económica como para luchar contra los incendios, retirando gran parte de los pastos
que se convierten en combustible.
El futuro de La Gomera no pasa por seguir la ruta de Colón
que hemos repetido los canarios a lo largo de quinientos años. En una isla que
dispone del 3% del agua del Archipiélago, con menos de un 1% de la población,
tenemos recursos para generar mejores condiciones de vida y para que más
gomeros cuiden y gestionen la isla, desde los altos del Garajonay hasta los
pescantes de Hermigua o la playa de La Rajita. El cuidado de los montes de La
Gomera hemos de asociarlo con la suerte y el futuro que tengan los machu
picchus de los valles y lomadas bajas. Tenemos que creer de verdad en el futuro
de esta La Gomera.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 22 de Junio 2013
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