Los acontecimientos nos sorprenden cada día; los hechos
cotidianos superan incluso la ficción. Parecería de ciencia ficción lo que está
ocurriendo en estos momentos en cuanto al comercio y a las relaciones
internacionales. No sólo cayó el muro de Berlín, sino que se están levantando
con frecuencia otros muros. Muchas teorías las hemos tenido que dejar en la
papelera de la historia. Hace unos años era impensable que una empresa china
compre la mayor compañía productora de carne de cerdo de EE.UU.
; hasta hace
bien poco la producción de alimentos en EE.UU. era un tema estratégico, igual
que la industria bélica. ¿Cómo podemos entender que el país más rico del mundo
venda a los chinos una actividad de esas características? Mientras bloquea a
Cuba por el peligro rojo, vende a la empresa china Shuanghui la americana
Smithfield Foods, en la que está incluida el 37% de la ibérica Campofrío.
La globalización y el dominio del capital multinacional se
imponen. En este nuevo marco de relaciones, China no sólo compra petróleo y
materias primas, y vende productos exigentes en mano de obra barata y poco
cualificada, sino que ahora entra en el mundo de la electrónica y los productos
de alta tecnología. Lo que nos sorprende es que el sector agrario, básico en la
historia de la economía china, con varios miles de años a sus espaldas, no es
capaz de abastecer las nuevas demandas en carne de cerdo, en un país en el que
se cuidan los cerdos desde hace más de seis mil años. El mundo rural tan
cuidado y mimado desde la época de Mao no cubre las necesidades básicas; por
ello, recurren a una ganadería industrial alimentada con soja y maíz
norteamericanos, en un mercado internacional en el que los precios de los
cereales y de otros alimentos básicos están en alza. La empresa china
Shuanghui, que sacrifica más de treinta millones de cerdos el año pasado, no
cubre las demandas de la nueva clase media china.
En este plano de nuevas relaciones económicas, las empresas
chinas compran por más de 4.000 millones de dólares el mayor negocio cochinero
de USA. Mientras, nosotros en Canarias no sólo no miramos para el campo,
sembrando ilusión y recursos económicos que optimicen el sector primario, sino,
lo que es peor, continuamos sin mover una coma de un marco de leyes que se
hicieron a espaldas del sector agrario, que prohíben y limitan las actividades
primarias en gran parte de nuestro agro. Aquí se dan situaciones en algunos
municipios de las islas en las que no se encuentra un metro cuadrado de suelo
habilitado para actividades ganaderas; en otros casos, se proponen polígonos
ganaderos separados de los lugares de residencia de los ganaderos, como si se
tratase de poner fábricas de tornillos en polígonos industriales. ¿Cómo se
puede plantear separar las explotaciones ganaderas familiares de las viviendas
de los ganaderos? Por otro lado, los usos tradicionales en la cría y sacrificio
de cerdos en las viviendas del mundo rural también están limitados por nuestras
leyes. En esa supuesta planificación del territorio, que ha puesto límites y
declaraciones de uso en cada metro cuadrado de nuestro territorio, el campo se
deja sin campesinos, y se convierte nuestro medio rural en algo para la
contemplación o para el cuidado de las especies autóctonas. La historia y la
tradición del mundo rural la dejamos como algo del pasado sin darle espacio
alguno para que sobreviva. Estos surcos aprovechan la coyuntura anteriormente
comentada para hacer una reflexión en la que nuestro campo y nuestra geografía
tienen mucho que decir para el futuro de esta tierra. No sólo tenemos que
atender las necesidades básicas de nuestro pueblo y cuidar nuestro entorno.
Hablar de China es hablar de un territorio superpoblado y, como consecuencia,
de una naturaleza muy alterada por el hombre. Estamos viendo cómo la historia y
la tradición de un país milenario es capaz de dar un giro tan brusco como el
que estamos comentando en temas como la alimentación, el trabajo y el uso y las
gestión de los recursos que en teoría han estado tan arraigados en el pueblo
chino.
Canarias, que en teoría es una sociedad más abierta, ahora
es incapaz de plantear soluciones posibles y reales para los problemas de las
islas. Los problemas ambientales hemos de asociarlos con los sociales; el paro,
la lucha contra los incendios, el autoabastecimiento y los aspectos ambientales
son referencias clave.
En estas islas vivimos cincuenta personas por hectárea
cultivada, mientras que en China son unas diez personas por hectárea cultivada;
allí siembran más del 12% de la superficie china, mientras que en Canarias sólo
cultivamos un raquítico 6%. Hagamos surcos de compromisos con otra manera de
gestionar los aspectos ambientales, unido a la manera de producir alimentos y
generar puestos de trabajo en esta tierra.
Estamos ante un cambio de modelo, tanto en el plano económico como en el
social; una de las civilizaciones más antiguas del planeta se transforma y se
prepara para nuevos retos, y es capaz de tender puentes de entendimiento con
una civilización con la que ha estado en conflicto, incluso armado, hasta hace
poco. Nosotros estamos en la obligación de buscar salidas posibles a los
limitados recursos de esta tierras. Hay mucho por hacer, tanto en nuestro
entorno como para potenciar los factores humanos que han de desarrollarse en
convivencia con nuestra cultura del ayer y nuestro medio natural, con un modelo
sostenible para el futuro de esta tierra.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 9 de Junio 2013
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