El pasado miércoles asistimos a un debate en el Aula Magna
de la Facultad
de Económicas de la
Universidad de La
Laguna , debate que debe ser un embrión del quehacer
intelectual y político de la sociedad canaria; debe ser una reflexión amplia y
una búsqueda de alternativas que generen vías, caminos o senderos ante la dura
situación económica y social que vivimos en las islas. La enhorabuena para los
profesores participantes de la
Universidad de La
Laguna y para los partidos políticos que han apoyado estas
jornadas; esperemos que sean un semillero ante la conflictiva situación social
y económica que vivimos en las Islas. Estamos en la obligación de hacer surcos
y poner semillas para que en el futuro cosechemos en las tierras balutas de la
llamada modernidad.
No existen medicinas milagrosas que sean alternativa a el
trabajo, el esfuerzo, la cultura y el compromiso. La principal herramienta de
nuestros ancestros era una mentalidad, un compromiso y una cultura pegados al
suelo, alejados del espejismo que hemos vivido en nuestra reciente historia.
Hablar de pacto por Tenerife o por Canarias no es solo
hablar de economía, sino sobre todo de un cambio de mentalidad, una nueva
actitud. Hay que darse cuenta de que las cosas del ayer tienen un valor en el
presente y para el futuro; las nuevas tecnologías y la sociedad de servicios no
están reñidas con el sector primario. El mayor suministrador de alimentos de
las Islas son los huertos que existen en nuestros puertos. Mientras nuestros
campos están cubiertos de maleza y las tierras sin surcos, importamos más de
doscientos litros de leche y derivados por habitante y año, y más de treinta
kilos de carne. Si a pesar de no haber aumentado la producción local se ha
producido un descenso de más del veinte por ciento en las importaciones en
relación con 1992, ¿es que ahora estamos peor alimentados?
Hemos pasado de importar más de seis mil terneros de engorde
al año a menos de mil en estos momentos; se ha reducido la producción local en
casi todo: papas, hortalizas, huevos, leche, etcétera; nuestra ganadería nos
abastece en poco más de un veinte por ciento y encima nuestros ganaderos tienen
no solo dificultades económicas, sino también de tipo legal, ante unas leyes
que hemos creado en Canarias alejadas del mundo rural.
El REA es una herramienta útil para potenciar la producción
local y frenar la subida del coste de vida en algunos productos alimenticios.
Sin embargo, en Canarias se ha degradado gran parte de nuestra producción
local, a diferencia de lo que ocurre en otra serie de territorios
ultraperiféricos. Hay que replantearse las relaciones de la Unión Europea con
Canarias.
En los llamados puntos negros del pacto está no solo buscar
alternativas sociales y alimentarias, tanto en cantidad como en calidad de lo
que nos llevamos al estómago. Esta crisis es marcadamente diferente de todas
las crisis anteriores que ha sufrido nuestro Archipiélago: con anterioridad las
crisis tenían que ver con sequía, invasiones de langosta, con pérdidas de mercado
para los monocultivos dominantes. Antes se sufría de carencia de recursos para
sobrevivir en nuestro territorio; ahora, sin embargo, estamos en unas Islas con
un volumen importante de aguas y tierras ociosas. De los más de doscientos
millones de metros cúbicos de agua que consumen nuestras zonas urbanas apenas
estamos reutilizando un quinto. En islas como La Palma o La Gomera se están perdiendo
volúmenes importantes de aguas blancas por la falta de campesinos para regar y
cultivar nuestros campos.
La superficie de regadío no solo no se incrementa, sino que
incluso pierde espacio como ocurre en los jables del sur de Tenerife o en La Gomera ; las aguas depuradas
en Fuerteventura se vierten mayoritariamente al mar.
Nuestro sistema educativo, la formación profesional, tiene
que optimizar el recurso más valioso que tenemos como pueblo, nuestra juventud;
debemos revitalizar los valores familiares en crisis; romper con un marco de
leyes urbanitas que protegen a todo bicho viviente exceptuando a los
campesinos; reforzar el débil y atomizado tejido empresarial de nuestro medio
rural; luchar contra la distribución de alimentos en manos de pocas empresas
que en contadas ocasiones se abastecen de productos locales. Hay alternativas
pero para ello tenemos que cambiar principalmente nuestra visión del medio
rural, en lo económico y lo social. Otra cultura es posible y necesaria, se
requiere de un cambio de valores hacia el campo, hacia la vida, hacia el medio
rural. Hay que romper los malentendidos hacia el campo y el mundo rural.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 23 de Marzo 2013
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