La historia y la geografía de La Gomera y Madeira han sido y
son muy similares. Por un lado, la geografía, con una dura topografía en ambas
y una relativa abundancia de agua gracias al sistema de vientos alisios que
hacen poco significativas las diferencias entre ambas, salvando el hecho de que
Madeira más que duplica la superficie de la isla colombina. Por otro lado, la
historia de los últimos quinientos años ha sido muy paralela, salvo por que La
Gomera tenía población en el siglo XV, mientras que Madeira estaba despoblada
aún. Ambas han estado vinculadas a la Península ibérica y también a las Islas
Británicas, y condenadas en el mismo destino a la emigración a América Latina.
Desde el punto de vista económico, la cultura agraria ha
sido muy similar. Desde Madeira se desplazaron a Canarias cultivos y
cultivadores, desde la caña de azúcar a la viña o a la vaca del país. En ambas
islas predomina el minifundio, y una agricultura promiscua, es decir, mitad
cultivo de autoabastecimiento, mitad cultivo de exportación, con unos
rendimientos muy lejanos a la media obtenida en el resto de Canarias.
En los últimos años, el turismo ha impactado de manera
significativa en ambos territorios; sin embargo, mientras que La Gomera ha
perdido gran parte de su cultura agraria, en Madeira pervive un peso importante
de la actividad del sector primario. En los momentos actuales, mientras Madeira
cultiva algo más de seis mil hectáreas, La Gomera apenas alcanza 800 hectáreas.
Todo ello a pesar de que Madeira tiene seis veces más densidad de población que
La Gomera, lo cual nos debe hacer reflexionar ante la situación que vivimos en
ambas islas.
La evolución de La Gomera de los últimos años ha tenido unos
altos costes sociales y ambientales. Se ha perdido gran parte del patrimonio
cultural y material, fruto del esfuerzo de miles de gomeros levantando paredes
y realizando sorribas en la dura topografía insular. Los cultivos de plátanos
pueden ser una expresión de la crisis en La Gomera, pues la isla ha perdido más
del sesenta por ciento de lo cultivado en los años ochenta, cuando tenían menos
agua y no había subvenciones europeas.
Mientras, Madeira mantiene una producción con rendimientos
tan bajos como los cosechados en La Gomera en comparación con el resto de
Canarias, o incluso Martinica y Guadalupe. En Madeira han hecho un esfuerzo sus
tres mil agricultores por continuar produciendo quince millones de kilos de
plátanos, es decir, unos cinco mil kilos por agricultor y año.
No es ningún secreto que en La Gomera sufre una profunda
crisis. Tanto los gobiernos locales como los responsables plataneros de las
islas han mirado para otro lado ante la pérdida de producción y la casi
desaparición de los agricultores. La situación es también el resultado de una
falta de apoyo por los responsables del sector platanero canario, que no han
tenido una actitud más solidaria con los cultivos al aire libre y con aquellas
zonas en las que parte de su cosecha no alcanza las calidades extras en la
clasificación de los plátanos. Los gomeros tienen también sus responsabilidades
por una comercialización deficiente y unos planteamientos rentistas, alejados
en muchos casos de las tierras cultivadas por medianería.
Hemos de buscar alternativas a la actual situación, que hoy
está bajo mínimos, en la que los plátanos de La Gomera significan el uno y
medio por ciento de la producción de Canarias. Hablar de los plátanos es hablar
también del resto de la agricultura gomera, es hablar del poblamiento, de la
incorporación de jóvenes al mundo rural, de los problemas ambientales (lucha
contra los incendios, etcetera). Es hablar también de autoabastecimiento, de
puestos de trabajo, de no mirar para el banco de alimentos sino de arar y
cultivar las tierras; es hablar de otra política agraria en Canarias.
La comparación entre las dos islas debe hacernos reflexionar
sobre el modelo que hemos tenido en Canarias estos años, en el que sin lugar a
dudas hemos sido más “ricos”. Hablar de la felicidad y del futuro para nuestra
gente es algo más que contar coches o habitantes por kilómetro cuadrado, pues,
mientras que en La Gomera con sesenta habitantes por kilómetro cuadrado las
tierras están balutas, en Madeira, con más de trescientos, tampoco están en el
paraíso, pero sí es posible que tengan más los pies en el suelo para
enfrentarse a la dura realidad. Las experiencias vividas por estos pueblos
tienen mucho que enseñarnos para el futuro. Hay muchas lecciones que aprender
desde el Curral das Freiras hasta Hermigua.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 2 de
Marzo 2013
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