Es frecuente oír en el lenguaje político y económico la
palabra mágica PIB. El interés social, cultural y ambiental de las cosas y la
naturaleza queremos medirlo y pesarlo en un mundo que confunde valor y precio.
En una sociedad altamente mercantilizada en la que el powerpoint y la pantalla
del ordenador tienen la última palabra, hasta el aire que respiramos se
mercantiliza en ciudades como Tokio, dada los altos niveles de polución
ambiental.
En el mundo rural, lo pequeño, lo local, la experiencia
vivida y sufrida está siendo sustituida por una cultura urbana en la que
subyace el cainismo de la cultura judeo-cristiana. El campo se menosprecia
social y económicamente, y sólo se idealiza para pasear en ese mundo bucólico
de la Arcadia feliz.
Las rutas del almendro que se han venido fomentando en
Santiago del Teide y en otros puntos de Canarias en los últimos años son una
lectura viva del paisaje, la cultura y el esfuerzo. Pero son también un
encuentro con la naturaleza y nuestro intento de domesticar unas rocas aún
calientes, en unos malpaíses en los que un conjunto de volcanes, en la cumbre
de Abeque, dejaron calcinado un amplio espacio en el suroeste de Tenerife.
Los paredones, las huertas limpias de piedras y los
almendros e higueras plantados en apenas unos gramos de tierra, al igual que
los majanos, los pasiles, las eras e incluso los hornos para obtener la brea de
los pinos, son todo ello una amplia referencia de un paisaje muy humano. Es
este un paisaje cargado de esfuerzo y de sabiduría para sobrevivir en un
territorio con pocos recursos, en el que el campesino no sólo tuvo que luchar
con una naturaleza hostil, sino con problemas sociales como la propiedad de la
tierra, como en el caso del Señorío de Santiago del Teide.
El camino del Valle de Santiago a Arguayo es una lección viva de los almendros
que aún sobreviven a cuarenta años de olvido sin aparecer en el PIB. No hace
tanto, en los años cincuenta del pasado siglo, significaron el cuarto renglón
de las exportaciones canarias, tras los plátanos, tomates y papas, ayudando a
cruzar el charco a mucho emigrantes.
Los almendros, las higueras, la vid y otros cultivos
tradicionales, junto a la ganadería, deben ser parte de una apuesta por el
futuro que puede generar riqueza y puestos de trabajo, amén de alimentos y
estabilidad social. Hay que preparar y potenciar bancos de tierra en cada
municipio, a los que se ayude con formación y recursos económicos, con unas garantías
de ingresos mínimos, bien por superficie atendida o por bienes producidos.
Parte de nuestros jóvenes en paro pueden ser recompensados por la limpieza y el
mantenimiento de nuestras tierras balutas, con una labor ambiental fundamental
al retirar gran parte de la maleza en nuestras medianías y, en consecuencia,
con menos peligro para los incendios en el verano.
Hay un amplio trabajo por realizar en el que nuestra
sociedad ha de compensar a este colectivo joven para que se incorpore al medio
rural. Esto es dignificar a la población desempleada al sembrar y plantar
futuro. Los frutales de secano, como es el caso de los almendros y las
higueras, hoy cubiertos de maleza, son un foco de luz en la noche oscura del
abandono que sufre y padece el campo canario.
El futuro también existe; las rutas que en estos días se
realizan desde Tejeda en Gran Canaria a Puntagorda en La Palma no son sólo un
elemento estético de encuentro con una primavera adelantada contemplando de una
manera lúdica unos frutales que todavía nos brindan belleza tras cuarenta años
de olvido.
Hoy la situación socioeconómica nos obliga a mirar para el
campo, como garantía de un presente, más allá de los fríos datos que nos sitúan
el PIB del sector primario canario en niveles similares al de Singapur, con
menos del uno por ciento de participación.
Aquí el campo tiene mucho que decir, y en consecuencia, hay
que cambiar la actitud hacia el sector agroganadero poniendo recursos
económicos y leyes que protejan e incentiven la actividad del sector primario.
Las fiestas del almendro en flor son un toque de atención de lo que tenemos que
hacer en el mundo rural.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 26 de Enero 2013
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