Hemos leído con sorpresa los últimos datos demográficos en
los que La Palma ha perdido población en todos los municipios. Era razonable
pensar que la isla incorporaría efectivos humanos ante la situación económica
que vive el territorio canario, máxime en en el contexto social del mundo.
¿Cómo podemos entender que la isla que tiene más recursos en relación con la
población (agua, suelo cultivable, etcétera) pierda población? La isla que
hasta hace unos años ha sido la tercera del archipiélago ahora es al quinto
lugar demográfico. Somos los hijos y los nietos de la generación que mayores transformaciones
ha realizado en las islas en los últimos quinientos años: se han construido en
La Palma más de doscientos cincuenta kilómetros de galerías y un centenar de
pozos que hace que los recursos hídricos se hallan cuadruplicado; gran parte de
los antiguos secanos de la isla hoy están regados por más de mil kilómetros de
canales. Por no hablar de los estanques, presas, o de las más de cinco mil
hectáreas sorribadas, que entre otros cultivos ha permitido triplicar la
producción de plátanos de la isla, para proporcionarnos el treinta y cinco por
ciento de la producción de plátanos de Canarias gracias a la mitad de los
agricultores de las islas.
Se han realizado radicales mejoras en las vías de
comunicación, y en el sector del turismo en la isla, se han literalmente
multiplicado los turistas, con más de cien mil visitantes al año. Destacan
también otros sectores productivos de la isla: viña, aguacates, frutos menores,
etcétera. El importante patrimonio ambiental del que dispone esta isla está
posiblemente en su mejor momento desde la conquista. Es en este plano en el que
tiene una difícil lectura lo que ocurre en La Palma, si lo comparamos con la
vecina Madeira, de similar superficie y de más dura topografía, y sin embargo
mantiene unos doscientos sesenta mil habitantes, no alcanzando su producción de
plátanos las veinte mil toneladas.
¿Emigración hacia dónde? ¿Hay razones para emigrar hoy de La
Palma? Las anteriores emigraciones se habían producido en una isla
eminentemente de secano, ante penurias alimenticias, bien por la falta de
lluvia o las invasiones de langosta, sin que olvidemos la anterior distribución
de la tierra en muy pocas manos; incluso la emigración de los años cuarenta y
cincuenta del siglo pasado, en la que emigraron dos de cada cinco palmeros a
Venezuela (que enviaron más de mil millones de las antiguas pesetas a la isla),
se produjo en una situación de miseria económica y política. Otra La Palma es
posible: claro que hemos de potenciar el mundo rural y lograr una mayor
complementariedad entre turismo y agricultura. Hay que crear atajos
burocráticos para evitar que las leyes creen más numerosas dificultades a los
agricultores y ganaderos. Hay que motivar a nuestros jóvenes hacia un sector
primario en el que los aspectos agrarios y ambientales han de ir de la mano.
¿Cómo podemos entender que Garafía haya perdido el setenta
por ciento de la población en relación con los años cincuenta, o que Barlovento
tenga la mitad de los efectivos humanos que tenía en dicha época, cuando la
población carecía incluso de agua para beber y hoy dispone de más de mil
doscientas pipas por hora? ¿Con estos argumentos hay razones para la crisis?
Hay otras lecturas en La Palma más positivas: es el caso de Puntagorda, donde
ha aumentado la población en los últimos años gracias a la incorporación de
agricultores y ganaderos, así como el turismo rural y la puesta en marcha del
mercadillo del agricultor; allí las pistas forestales en La Traviesa han
incorporado una importante superficie de viñas, unido a una dignificación del
mundo rural. No hay un solo camino, La Palma tiene alternativas. Para ello
tenemos que dignificar el trabajo, el esfuerzo, la ilusión y el compromiso, en
una cultura en la que el ayer puede ser también parte de la siembra para el
mañana. No podemos tirar al vertedero de la historia gran parte de lo que hemos
hecho bien, de tal manera que desde el moral a la seda, el tabaco y el
chinchal, a la artesanía más delicada o los cultivos ecoambientales, bien para
el autoabastecimiento, bien para la exportación, en la que los plátanos han de
mejorar en su comercialización con una marca única y el máximo de cuidado y
esmero.
Nos negamos a creer que la maleta sea la alternativa para los palmeros, que,
como bien dijo el gran Pedro Lezcano, la maleta no es la alternativa, máxime
para embarcar en un barco que no tiene rumbo ni puerto conocido.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 12 de Enero 2013
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