domingo, 31 de enero de 2016

Los almendros: ayer y mañana

Estos días encontramos almendros en flor en numerosos puntos de Canarias: de Tejeda a Puntagorda, de Santiago del Teide a Vilaflor. Son una lección de naturaleza y cultura campesina: florecen en las zonas más áridas y en los peores suelos del sotavento insular. Sobreviven con lluvias anuales inferiores a 300 litros/metro cuadrado, mientras que los riegan en California, con algo más de 1.000 litros anuales. El mar de nubes del alisio apenas entra en el valle por el puerto de Erjos, con poca lluvia y mucha insolación.

En el caso de Santiago del Teide, los almendros crecen en escasos gramos de tierra, en las lavas más jóvenes de la Isla. La finca del Marqués ocupa la mayor superficie del municipio, y el paisaje es fruto de la dura vida del pasado. La ruta del Valle Arriba a Arguayo discurre por los baldíos terrenos comunales entregados a los vecinos en el siglo XIX. Muros de piedra jalonan el paisaje, construidos para proteger los almendros de las cabras.
Gran parte de este paisaje está declarado espacio protegido con distintas categorías: son intocables tabaibas o pinos, pero despreciamos higueras y almendros. Estos frutales deben ser referencia de una cultura de sacrificio y esfuerzo, en un pueblo que hoy ha cambiado radicalmente de modo de vida. Estos árboles pueden ser complementarios, y nos deben recordar los escasos recursos en una tierra tan dura.
Los almendros necesitan de nuestro cariño: debemos tomar iniciativas destinadas a mantenerlos, limpiándolos de maleza, tal y como no hace tanto tiempo realizaba el Cabildo al actuar sobre más de 1.500 árboles. La finca del Marqués no puede dejarse abandonada a su suerte ante la dejadez de sus propietarios. El Gobierno autonómico puede tomar la iniciativa como medida ambiental y social, con una clara justificación ante el riesgo de incendios.
El Ayuntamiento debería esforzarse en abrir el mercado del agricultor, lamentablemente cerrado hoy en día. Higos pasados, almendras, miel y vino deben ser los grandes productos locales. Hay agricultores comprometidos con este campo, en una zona insular con potencial para un turismo rural, de senderismo y productos naturales locales.
 La cooperativa El Cardón y la sociedad de Los Poleos, así como el mercadillo, son figuras clave para potenciar la vida rural en la zona, con ejemplos como Cipriano, que cultiva frutales en el Valle Arriba. Necesitamos leyes y normas ambientales tolerantes con los usos tradicionales y que penalicen las fincas abandonadas llenas de maleza, como es el caso de las antiguas tierras del Marqués. La dignificación de los productos de la tierra y la ruta del almendro en flor son un faro de luz sobre el campo del valle. Nuestra sociedad puede ser más justa potenciando lo pequeño, lo nuestro, nuestro patrimonio histórico. Un puñado
de higos y almendras nos hacen más ricos y nos dignifican al recordar nuestro pasado, un pasado de esfuerzo y sacrificio, de lucha y de emigración, siempre buscando una vida mejor.

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