domingo, 7 de febrero de 2016

¿Necesitamos vacas con jacuzzi?

Recientemente se están levantando numerosas quejas de nuestros ganaderos en los mataderos insulares. La aplicación de nuevas normas, redactadas por la UE para grandes centros del continente, implican costes muy elevados, solo asumíbles por explotaciones ganaderas de un tamaño que no tenemos en las Islas. Los pequeños ganaderos de aquí difícilmente pueden cumplir con las nuevas condiciones de entrada del ganado en esas instalaciones o con las líneas de producción exclusiva para carne con certificado ecológico.

 Por supuesto que la salud pública debe ser prioritaria, pero no podemos pedir que las explotaciones ganaderas y los vehículos de transporte incluyan jacuzzis. Hay requisitos que exceden la capacidad de los ganaderos, lo que crea desanimo y desmotivación. Es un sector ya maltratado por una legislación creada por un marco teórico totalmente alejado del mundo rural; esta misma legislación no la aplicamos para los productos importados, de los que se desconoce aspectos sanitarios elementales que aquí agrian la vida a los hombres del campo.
Nuestros productores ahora no solo tienen que luchar contra las adversidades impuestas por la naturaleza, sino además contra unas importaciones cárnicas y lácteas subvencionadas o sin aranceles. La producción local no alcanza ni el 10% del consumo: esto implica que la importación equivale a la producción de más de 100.000 vacas al año, de las que desconocemos todo, desde su crecimiento hasta su sacrificio.
En Canarias estamos aplicando estrictamente normas y procedimientos que nuestros vecinos de las Azores obvian, sabiendo que sus vacas y su leche, su gente, no puede asemejarse a las grandes explotaciones del continente. Nuestro marco legal no solo nace de despachos de las capitales, sino que lo aplicamos insolidariamente, ignorando el sufrimiento generado y la actividad económica y laboral que se pierde.
Necesitamos que las administraciones entiendan nuestro campo como un sector estratégico, económico y social. Hoy sufrimos en zonas como el noroeste de Tenerife, La Palma o El Hierro la falta de un relevo generacional. Pastores y agricultores también son gestores ambientales, no solo meros productores de alimentos. Gran parte de la carne que consumimos en Canarias procede de Brasil. Tenemos un techo de cristal donde la globalización, la UE y nuestra avaricia han devaluado lo local. Los surcos que nuestros hombres y mujeres trazan en la piel arrugada de nuestros barrancos y laderas no son compatibles con actitudes egoístas que buscan un supuesto enriquecimiento rápido.
Si dejamos de invertir aquí, nos encontraremos con que mañana no tendremos para comprar lo de fuera. Hagamos un esfuerzo por defender lo nuestro, nuestros productos y consumidores. Seamos más solidarios y respetuosos con los agricultores y ganaderos. Así conseguiremos un mejor equilibrio y guardaremos nuestra memoria e historia en una sociedad más equilibrada e independiente.

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