Cada poco nos planteamos la problemática situación del medio
rural, que tiene mucho que ver con la desgana de nuestros jóvenes hacia el
sacho. Si tratamos de ser justos, debemos valorar el contexto no sólo social y
cultural en el que hemos malcriado a nuestros jóvenes en relación con el campo,
sino sobre todo un modelo político ambiental con el listón muy alto, en el que
un joven lo tiene casi imposible para conseguir un puesto de trabajo en el
medio rural. Echemos un vistazo al recorrido que ha de realizar un joven para
incorporarse a la actividad ganadera en Canarias.
En el mejor de los casos, si
dispone de un suelo rústico y recursos económicos para poner en marcha una
explotación ganadera, en un plano legal tendrá que saltar los obstáculos
burocráticos iniciales; antes de poner la primera piedra, necesita de dos a
cuatro años, sólo en papeles. En primer lugar, tendrá que presentar un
anteproyecto de las instalaciones e intención de la obra que ha de realizar en
el Ayuntamiento correspondiente. En el caso de que el suelo tenga una
calificación adecuada para la ganadería (cosa que no suele ocurrir), con el
correspondiente informe municipal positivo, si el tamaño de la explotación
supera la UGM equivalente a una vaca, seis cabras o una cerda madre. Esto requiere
una calificación territorial por el Cabildo que suele necesitar de cuatro a
seis meses. Resueltos los problemas con el Ayuntamiento y el Cabildo, cabe
presentar el proyecto según categoría para el visado por el Gobierno de
Canarias; allí podría necesitar un informe ambiental por dicha administración.
Algunas de las exigencias para los proyectos ganaderos incluyen:
impermeabilización del suelo y del estercolero, cubrimiento de éste, depuración
de los purines, planta para la eliminación de cadáveres, adaptación a la Ley de
Bienestar Animal en cuanto al tamaño de la granja y cabezas de ganado, y toda
una amplia normativa, como, por ejemplo, el carné de manipulación con registro
sanitario. Valga como referencia del papeleo que tiene que sufrir el ganadero que
debe llevar en la explotación cinco libros, en los que se registra los
nacimientos y todos lo movimientos de ventas y sacrificios, ventas a terceros,
póliza de seguro para asistir a ferias o romerías y todo tipo de movimientos de
animales. Se dan otras contradicciones entre administraciones del propio
Gobierno de Canarias. Por un lado, existen serias dificultades para construir
un cuarto de aperos en suelo rústico. Es muy difícil conseguir que aprueben un
aseo en el proyecto; sin embargo, seguridad e higiene en el trabajo exige
instalaciones con aseo e incluso ducha ante la necesidad de ducharse tras la
utilización de productos fitosanitarios. Las leyes que se aplican en Canarias
son caras, lentas y burocráticas, alejando a los campesinos del campo. Iniciarse
en las actividades agrarias y ganaderas es complicado y costoso. ¿Se aplican
estas leyes en Azores, Holanda y Asturias? Mientras, los ingresos de los
agricultores y ganaderos están limitados con el alegato de los costes de la
cesta de la compra. Los importadores de alimentos imponen su ley en los
mercados. En este contexto, no es posible que un joven compre un becerro o unas
cabras y comience una actividad ganadera como antaño. Con las leyes actuales,
ni tan siquiera podemos criar un cochino como hacíamos hace unos años. El
papeleo y las inversiones exigidas para dichas instalaciones, tanto en tiempo
como en recursos económicos, no sólo no están al alcance de nuestros ganaderos,
sino que no lo hacen rentable. Lo que pagan por los productos no permite cubrir
costes; se añaden las importaciones de terceros países, en muchos casos sin
pagar aranceles de entrada (más de 50.000 toneladas sólo de carne), mientras
que aquí nos quedamos con leyes europeas, compitiendo con producciones del
tercer mundo. Queremos ganaderos de aquí, con leyes europeas para los animales,
pero los costes de terceros países para los ganaderos. Es urgente un marco
legal que permita los usos tradicionales de antaño; los usos del lugar no
pueden tener las barreras que aplicamos ahora; aspectos teórico-burocráticos
como la unidad ganadera mayor (UGM) deben ser homologados en la mayoría del
medio; el estiércol y los purines deben ser tratados como fertilizantes para
nuestros campos para producir alimentos sanos y frescos, y no como ahora, que
son tratados como residuos contaminantes. Es necesario que unas instalaciones
familiares convivan como siempre lo han hecho en el ámbito rural, distinguiendo
de las instalaciones industriales de granjas. La ganadería y la agricultura son
complementarias en el medio rural, contribuyen a la limpieza de nuestros
campos, como cama del ganado que retira combustible de los montes, y evitan la
importación de fertilizantes, potenciando el pastoreo y la retirada de pastos,
que ahora llamamos combustible para incendios. Otra lectura de nuestros campos
es posible. Volvamos a una situación legal similar a la de antaño y difundamos
la producción local; dignifiquemos a nuestros agricultores y ganaderos, en lo
social y económico. Es posible.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 25 de Mayo 2013
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