En la última semana hemos tenido un gran incendio en
California, en una zona poblada al nordeste de la ciudad de Los Ángeles. Es
oportuno recordar los puntos comunes entre Canarias y la zona castigada por el
fuego en California: aridez, topografía, masas de aire seco procedentes de la
zona desértica, vientos de ladera, etc. Aquí lo llamamos siroco; en California,
“viento del diablo o viento de Santa Ana”.
La vegetación en ambas zonas tiene
las mismas características, dado que sufre el estrés hídrico en un largo
periodo seco. En ambos territorios tenemos una población dispersa, y en Icod
son casas de labradores que ahora no labran. En California son quintas de las
clases acomodadas rodeadas de árboles seminaturales; por ello, estas líneas
quieren ser de reflexión sobre lo que ha ocurrido en estos días en la zona de
Santa Mónica y Camarillo y lo que puede ocurrir en la piel de la isla picuda y
en particular en la comarca de Icod de los Vinos. Mientras en California
disponen de grandes medios mecánicos, sobre todo aéreos, y de una importante
plantilla de bomberos, en este incendio actuaron más de 1.800, aquí disponíamos
de agricultores y ganaderos que en esta época del año tenían el campo limpio de
maleza sobre todo en las proximidades de las viviendas. Había un aprovechamiento
intenso de los pastos para el ganado, reduciendo de manera significativa lo que
ahora llamamos combustible; por ello, en estos momentos creemos que es urgente
la limpieza al menos del entorno de las zonas pobladas y vías de comunicación dado
el adelanto del verano, pues hemos tenido el mes de abril seco con importante
entrada de tiempo del sur y apenas nos ha visitado el alisio. No olvidemos que
noviembre fue muy lluvioso y que hemos tenido un gran crecimiento de hierba y
otro tipo de matorrales propios de nuestro medio rural (zarzas, helechos,
hinojos, espinos, gradillos…). Es en este marco en el que hacemos esta
comparación, no solo con uno de los territorios más ricos del mundo y una
comarca pobre en el oeste de Tenerife, en la que las referencias ambientales y
topográficas y de población nos obligan a hacer esta reflexión. Si el incendio
de California obligó a desalojar a más de 4.000 viviendas y al corte de la
autopista del Pacífico llegando el fuego hasta la costa y aislando numerosas poblaciones,
¿qué puede ocurrir en nuestro medio con el nivel de combustible que tenemos en
la zona de Las Abiertas, Fuente de la Vega, Los Pajares y toda la ladera hasta
llegar a Las Canales, en la parte baja, en el que las tierras labradas son
pequeños lunares en un mar de zarzas y helecheras? Por ello, querido lector,
estas líneas son de reflexión y sobre todo de respeto a los maestros de la
tierra, los Chovas locales, que a lo largo de los tiempos nos han enseñado que
la lucha contra el fuego es la prevención, es decir, el trabajo del invierno es
más importante que lo que podamos hacer en verano cuando nos visite el siroco.
Por ello, el que tengamos cubierto de maleza más del 80% de la superficie es un
toque de atención que debemos corregir más pronto que tarde. En Estados Unidos,
asocian la lucha contra el fuego a bomberos y medios materiales; sin embargo,
las pérdidas de vidas, casas y la abundancia de incendios en la costa oeste
ponen de manifiesto que la labor cultural y ambiental en el territorio tiene
mucho que hacer allí y aquí. Nosotros afortunadamente hemos tenido una cultura
en la gestión del territorio en la que asociamos prevención a lucha contra el
fuego. Sin embargo, la crisis agraria en un modelo urbano y con nuevas
tecnologías ha descuidado estos planteamientos tan eficientes en nuestro
territorio; es más, en este momento nos dice don Arias Cañete que va a reducir
en el 23% los hidroaviones de los que disponía el territorio español el año
pasado para ahorrar 4,3 millones de euros. Por ello, entendemos que ni estamos
volviendo a la cultura campesina de antaño ni copiando ese mal sistema de
máquinas y de apagafuegos, pues, si al país más rico del mundo se le queman las
mansiones de los banqueros y artistas de Hollywood, qué podemos esperar en nuestros
territorios con los limitados medios materiales de que disponemos y encima
olvidándonos de la cultura que tan eficiente ha sido en la lucha contra el
fuego en nuestra tierra. Aquí las distintas instituciones y vecinos tienen una
obligación y una oportunidad para marcar pautas que nos permitan la defensa de
las viviendas, los bienes y las vidas, como sabiamente hacían los campesinos.
Hagamos la tarea para evitar lamentos, puesto que el siroco nos visita cuando
quiere y no nos avisa. No abandonemos el sentido común y la cultura de los
campesinos, que no solo nos dejan el tajaraste y la fiesta del poleo con vino y
papas de color, sino en gran medida una manera inteligente de gestionar los
recursos y la naturaleza. Revaloricemos lo que nunca debimos devaluar: el campo
y la cultura de los campesinos. Dejemos el fuego y el cine para California y
aquí hagamos las cosas con fundamento. Allí, en California, han estado
pendientes de la lluvia y el cambio de la dirección del viento, dado la
deficiencia de su actual sistema contra el fuego. Seamos humildes y leamos lo
que dicen nuestros Chovas.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 12 de Mayo 2013
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