Los sucesos actuales nos dan sorpresas continuas, no sólo
por el ritmo de los acontecimientos sino por la devaluación de nuestra cultura.
Elementos culturales básicos tradicionales en esta tierra hoy son ignorados,
aplicando marcos legales y culturales procedentes de otros modelos de sociedad
(Bruselas, Madrid, incluso Canarias) alejados de la realidad social local.
Son numerosos los problemas legales que soportan nuestros
agricultores y ganaderos con unas leyes que protegen a todo bicho viviente,
exceptuando a nuestros campesinos. No sólo tienen que luchar ante los problemas
de la sequía, las plagas, las importaciones de alimentos en sistema de dumping,
sino que ahora vemos en nuestros campos unos inspectores de Hacienda o de la
Seguridad Social que entran en las tierras buscando posible fraude.
De todos es conocido que el campo en las Islas es una
actividad económica de dudosa rentabilidad y que en la mayoría de los casos lo
cultivamos más por aspectos culturales y sentimentales. Producir aquí es caro,
y las importaciones de alimentos de terceros países o incluso los de la Unión
Europea que entran en las islas con ayuda del REA le hacen aún más problemática
rentabilidad a nuestros agricultores y ganaderos.
No es justo asociar a nuestros campesinos con los defraudadores
en los paraísos fiscales. Es lamentable preguntarle a los parados o a los
pensionistas con sus problemas diarios si venden un saco de papas o un queso
como actividad defraudadora al fisco. Nuestro campo ha funcionado siempre en
una economía de subsistencia centrada en algo que llevar al estómago ante
coyunturas difíciles. Vender un saco de papas para pagar la semilla y el guano
no debería ser ningún fraude para las arcas públicas de este país.
En los momentos que vivimos en unas islas en las que aumenta
la pobreza, los bancos de alimentos, las tierras balutas y un amplio colectivo
de jóvenes desvinculados del mundo rural, necesitamos confianza en las
instituciones y ánimos para los que encaban el sacho. No necesitamos miedo y
preocupación por si pierden la pensión o el seguro de paro por sembrar un saco
de papas o participar en una gallofa con el resto de los vecinos del pueblo, o
si participa en un torna peón con otro agricultor del entorno.
Necesitamos apoyos para volver al campo; no sólo para incorporar
jóvenes sino para que los más maduros participen con su saber hacer, con menos
burocracia y papeleo por parte de las administraciones. Asociar a nuestros
campesinos con los señoritos que evaden impuestos a los paraísos fiscales es no
sólo injusto, sino total ignorancia y desprecio por la realidad del campo.
Pretender sanear la Hacienda pública apretando a un medio rural empobrecido
como el nuestro es un atropello; la gallofa no tiene nada que ver con el
fraude, ni en la Seguridad Social, ni en los problemas de la Hacienda del
Estado.
Actualmente en Tenerife tenemos más de treinta mil personas
pendientes de los bancos de alimentos. El campo no es rentable económicamente,
pero socialmente es un apoyo fundamental para muchas familias. No podemos tratar
como delincuentes a los que rozan las zarzas o luchan contra la sequía y las
plagas para producir papas o millo en nuestras medianías; gracias al campo
mucha gente tiene menos dependencia de las importaciones de alimentos. Aquí
puede haber una luz que nos alumbre en el túnel de la crisis en Canarias;
necesitamos sembrar ilusiones y compromisos que alejen los cortocircuitos y
barreras de una sociedad y una administración que ha realizado una maraña de
leyes que han olvidado a nuestro mundo rural. La gallofa, como bien dice el
profesor don Leoncio Afonso, refiriéndose a la trilla y al gofio, es aquel
trabajo en común por el que no se percibe salario en compensación, ofreciendo
comida al final de éste. El apoyo del trabajo común entre familias o vecinos en
una comarca o pueblo es donde la solidaridad predomina sobre los aspectos
monetarios. ¿Es esto fraude a Hacienda y a la Seguridad Social? Igual podemos
hablar del trocapeón o tornapeón. Tenemos que hacer surcos y siembra que animen
a nuestros jóvenes a incorporarse al mundo rural y no incertidumbre, miedo,
ante una administración que creemos que actúa más por ignorancia que por malas
intenciones sobre la problemática del campo y las relaciones de este con la
hacienda y la seguridad social.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 18 de Mayo 2013
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