Si lees la distribución de los
presupuestos de las administraciones públicas, bien sea del gobierno central o
del canario, la dotación para el sector primario para el próximo 2015 es
prácticamente inapreciable. Es lamentable la orfandad con la que una vez más se
queda nuestro mundo rural, más allá de crisis o de la coyuntura electoral del
próximo año. El campo continua siendo discriminado, ni tan si quiera le dan un
jalbego de cal para el día de la fiesta.
El campo necesita recursos
económicos, pero sobre todo actitudes que cambien la tendencia sufrida en los
últimos cuarenta años. Los responsables políticos tal vez no lo entienden así,
y continúan pensando en una dinámica económica y ambiental alejada de las
necesidades del mundo rural, de lo que significa el equilibrio entre campo,
campesino, naturaleza, alimento, paisaje y un largo etcétera en la historia y
la cultura de nuestro pueblo. En Canarias estamos cultivando el 30% de la
superficie labrada en los años 50, años amargos para la sociedad canaria cuando
se vieron forzados a emigrar más del 20% de los canarios, urbanos y rurales,
ante la miseria. Incluso durante los años 80, cuanto teníamos un mayor
equilibrio entre turismo, agricultura e industria, aún cultivábamos 70 mil
hectáreas de las que más de 37 mil eran de regadío. Actualmente nos hemos
quedado con 40 mil hectáreas ya pesar de la crisis, no se acerca al campo la
necesaria juventud para reactivar y restarle suelo a las llamadas tierras
balutas: la administración no reacciona. En los últimos años se ha incrementado
la población total de Canarias; sin embargo el mundo rural pierde población y
envejece.
La crisis de la agricultura trae
el empobrecimiento de numerosos municipios y el alejamiento de las actividades
agrícolas y ganaderas dificulta la gestión ambiental, reactivándose la erosión
y aumentando el riesgo de incendios. Pueblos como Garafía, Agulo, Teno, El
Nizdafe, Artenara, Tejeda, Vilaflor son ejemplos de crisis agraria y
poblacional; incluso en las zonas agrícolas más dinámicas de las islas sufrimos
también una falta de relevo generacional en el sector primario. En esta tierra
vivimos 50 personas por hectárea cultivada, lo que equivale a 200 m2 por
habitante. Mientras, importamos cereales al granel por un volumen superior a
400 mil toneladas, lo que supone unos 570 metros cuadrados por
habitante en las zonas de cultivo originarias.
Seguimos perdiendo superficie
cultivada incluso de los cultivos que podrían auto-abastecemos. Todo esto ocurre
en un territorio que tiene más de un 30% de población parada: el campo y la
agricultura tiene que ver con aspectos sociales y laborales que son mucho más
importantes que los fríos datos de los presupuestos que las administraciones
presentan estos días. Pasados ya ocho años de crisis el futuro no puede
ser únicamente el turismo, que está demostrando tener una capacidad limitada de
generación de puestos de trabajo. El campo, el agua y la agricultura son temas
de envergadura estratégica que no solamente deben recogerse en los presupuestos
anuales. Nuestra estrategia para el sector primario debe ser asumida también
por el sistema educativo y formativo de las islas. Los equilibrios sociales y
ambientales de los canarios para este siglo XXI deben integrarse en un modelo
que compartan los presupuestos públicos y la educación, así como el resto de
aspectos que traigan una mayor sostenibilidad. El famoso proverbio chino sobre
el pescado y enseñar a pescar, sigue vigente después de más de 2500 años. Las
tecnologías de la información pueden ser importantes, pero no por ello debemos
de olvidar los aperos de labranza o para pescar, mirando con una nueva
perspectiva la vida y el trabajo en el mundo rural.
Los presupuestos autonómicos y
estatales que se están tramitando para el próximo año, están condicionados por
la Unión Europea y solo una pequeña partida por nombres y apellidos locales.
Esta situación esconde un modelo que entrega la economía de nuestras islas en
parte a las multinacionales que en muchos casos deciden por nosotros como nos
alimentamos y vivimos. Tanto Madrid como Canarias apenas entran en el fondo de
la cuestión: como ciudadanos estamos obligados a pedir y buscar alternativas
posibles, a participar. La credibilidad de nuestro mensaje tiene que estar en
el compromiso con una manera de vivir, más allá de lo que dice el
"mercado". Éste, sin regulación suficiente, nos ha traído por
sorpresa a una crisis imprevisible. ¿No tendrán que ver próximas crisis con los
alimentos y las materias primas? ¿Qué prevén los gobiernos local o estatal Rara
que esto no ocurra? Los cimientos del actual modelo tienen muchos interrogantes
en los que encavar el sacho o la azada. Comprometámonos con una manera de
vivir, pensemos en nuestros jóvenes: hay que revalorizar nuestro campo, los
alimentos de esta tierra. Lo pequeño, lo local, lo próximo, son partes de un
todo en el que no pensamos lo suficiente. Los presupuestos no pueden limitarse
a continuar soñando con espejismos irreales.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 9 de Noviembre de 2014
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