Antes de ponerse a hablar de las papas, hay que reconocer lo
gastado y devaluado que tenemos este asunto. Los medios recogen muchas
denuncias, declaraciones y propuestas, pero muy pocos son los hechos en un tema
tan politizado que ya no se sabe para dónde mirar.
Hace unos días un grupo de jóvenes que han plantado 40 o 50
hectáreas de papas en las medianías del norte de Tenerife se reunieron, y
algunas de sus frases más optimistas hablaban de los engaños de la Administración,
y de que no se cubren los costes de producción. La incertidumbre es total, sin
saber qué podían hacer el próximo año ahora que han dado el paso de vivir del
campo, bajando al surco y labrando las tierras antes ocupadas por la maleza.
Los cimientos y la sementera que tenemos en este momento
tienen que dar un vuelco. No valen lamentos, ni adjetivos grandilocuentes, ni
las declaraciones vacías que siguen llenando la actualidad. Nuestra gente del
campo, que dedica su tiempo a las papas, la viña, a la ganadería y a los
cultivos en nuestras medianías, merecen mucho más que alegatos que no convencen
ni siquiera en campaña electoral. Necesitamos un cambio de rumbo real,
responsable y posible para que nuestro campo deje de ser un lugar de tierras
balutas y de lamentos.
Como bien dicen los jóvenes de la Cooperativa de las
Medianías de San Juan de La Rambla, con papas a 28 céntimos el kilo y unas
ayudas que discriminan a los pequeños agricultores es imposible cultivar en las
Islas. Los 0,25 euros por kilo que da el Posei o los 900 euros por hectárea no
se están distribuyendo de una manera justa entre los agricultores. Las ayudas
están en parte escoradas a ciertos pícaros que llegan a importar papas pero las
confunden con producción local. Las importaciones de semillas desde las islas
británicas muchas veces las realizan los mismos que importan papas para
consumo; se discrimina a las cooperativas, como es el caso de Garañaña, que
trata de distribuir la semilla de manera ordenada entre el norte y el sur de Tenerife,
para escalonar la época de cosecha.
Se deben limitar de alguna forma las importaciones en el
periodo más sensible para que no ocurra lo que ha sucedido este año, cuando se
han importado papas en pleno mes de agosto, hundiendo los precios para nuestros
agricultores en plena cosecha, inundando el mercado de papas más baratas para
el consumidor de lo que se encuentra en las islas británicas, Francia o
Alemania.
Estas líneas no quieren ser solo de lamento y denuncia: hace
falta una plataforma de lucha, de dignificación y reivindicación. Estamos en la
obligación de revalorizar el mundo rural si queremos una sociedad más solidaria
y más sostenible. Hay que brindar a los jóvenes y menos jóvenes un motivo para
luchar que no se limite a limpiar las zarzas, espinos o hinojos. Los
responsables políticos de esta situación no se pueden mantener quietos por más
tiempo; la agricultura es un pilar de nuestra sociedad, fundamental para
hacerla más solidaria, más estable y más justa.
Los jóvenes de la Cooperativa de las Medianías, que con toda
razón dudan si seguir luchando, merecen nuestro compromiso. A partir de ahora
tienen que poder contar con una sociedad que valore el trabajo, el esfuerzo, el
compromiso para cultivar y mantener el mundo rural de las Islas.
Las tierras de labor en las Islas se han reducido en los
últimos años al 30% de su superficie anterior. Sin embargo, en el resto del
mundo la disponibilidad de suelo cultivable por habitante está bajando debido
al crecimiento de la población. Viendo el futuro negocio, las multinacionales,
la banca y los grandes inversores están comprando o arrendando en América
Latina y África más tierras cultivables que la superficie total de México, más
de dos millones de kilómetros cuadrados, según informes del think tank californiano
Oakland Institute.
Es necesario crear una plataforma de compromiso y de
solidaridad con el mundo rural, más allá de coyunturas electoralistas. Hay que
garantizar unos ingresos para mantener nuestra manera de vivir y de estar en
esta tierra. Esta plataforma hay que articularla sobre todo en la participación
directa de los que hacen surcos y cogen sol y viento en nuestros campos, pero
es también una labor ambiental en la lucha contra los incendios, una forma de
que nuestros jóvenes mantengan su cultura.
Hemos de sembrar y plantar ahora el futuro de esta tierra.
No es de recibo que comparemos el papel del campo canario con el que tiene el
campo en Hong-Kong o Singapur; no puede ser el 1% de nuestro PIB. El campo
puede y debe jugar un papel importante, tanto en la lucha contra el paro como
en ofrecernos una fuente asegurada de alimentos frescos de la tierra. Hemos de
dar un giro radical a la actual política económica que predomina en las Islas.
Preparemos la sementera para que eso ocurra.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 19 de Octubre de 2014
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