El reciente escándalo de la importación de vino a granel
está generando una mala imagen que perjudica gravemente a un sector tan
importante como nuestro vino y el cultivo de la viña, pero también supone un
golpe a la actividad agraria en nuestras islas.
Ante unos hechos tan lamentables sólo queda esforzarse para
recuperar la confianza perdida en el mundo rural. Hay que contar las cosas que
hemos hecho bien y corregir errores como el que ha sucedido con nuestros vinos
en Bodegas Bilma (Guía de Isora).
Canarias, si bien tiene una naturaleza rica y un clima
único en el mundo, posee numerosas dificultades para prosperar en un mundo tan
globalizado, donde prácticamente cualquier lugar del mundo es nuestra
competencia directa.
La agricultura y la ganadería en Canarias son más que
simples productoras de alimentos: son artesanía, mantener un paisaje y una
cultura, un valor estratégico ante dificultades internacionales, una garantía
de mantener la producción de alimentos en un territorio superpoblado como estas
islas.
No tenemos que limitamos a lamentar lo ocurrido: somos
altamente deficitarios en alimentos y necesitamos mimar y cuidar el sector
primario. La producción local no sólo disminuye año a año, sino que estamos
llegando al extremo de importar más de 38 litros de vino y 35 kilos
de papas por habitante Y año, con una producción local que apenas
llega a los tres litros de vino por habitante Y año. Producir vino y papas en
Canarias es perfectamente posible: tenemos suelo, agua y, por desgracia, un
alto índice de paro.
Hay razones suficientes para justificar ayudas que cubran
parte de los costes de producción para poder competir en condiciones económicas
y socialmente aceptables. Cultivar la tierra en Canarias es una aventura, ya
que a los bajos costes de producción internacionales se suman las picarescas en
el comercio internacional. La compra de excedentes agrícolas, dumping en
otros y la entrada de productos de terceros países sin arancel alguno impiden
garantizar unos ingresos mínimos a los que hacen surcos en esta dura orografía,
mal regada y peor atendida por el siroco y los largos veranos canarios.
Los 550 euros por hectárea cultivada de viña que aporta la
Unión Europea no nos permite competir con los 50 a 70 millones de
litros que importamos cada año, a precios que en muchos casos no llegan a euro
el litro. El escándalo del vino hay que situarlo en una situación nada
favorable para los hombres y mujeres que trabajan y cuidan nuestro campo, que
se encuentran con que la producción local de vino no tiene salida, quedando
siempre excedente sin vender. Las propuestas que se han hecho desde los
gobiernos central y el autonómico para aumentar las ayudas por hectárea
cultivada a nuestros agricultores se han quedado en bonitas declaraciones
vacías de contenido real.
La crisis económica y los problemas burocráticos de nuestro
mundo rural están poniendo cuesta arriba la vida de los agricultores. Muchos
tienen excedentes de vino de años anteriores sin vender y algunos sufren las
importaciones de uva para hacer vino del país, a lo que se une las denuncias
que sufren pensionistas y parados por ayudar en la vendimia, vista fríamente
como actividad empresarial. Se aplican leyes alejadas de la realidad del mundo
rural: en un corto periodo de tiempo hemos perdido casi la tercera parte de la
superficie de viña, superficie que se convierte en terrenos balutos, zonas
cargadas de combustible para el fuego.
La labor realizada por la empresa mixta creada por el
Cabildo de Tenerife en los últimos 20 años no se está juzgando con justicia. La
mejora que han tenido nuestros vinos tiene mucho que ver con las bodegas.
Aunque todavía quedan sectores de la hostelería con poca presencia del vino
canario, se ha creado una conciencia importante de la calidad y la cultura de
nuestro vino.
Numerosos empresarios también han mejorado los cultivos y
promocionado el vino de sus bodegas; sin embargo, la participación del Cabildo
en las bodegas debe continuar como parte muy interesada en la promoción del
sector. Lo ocurrido en Bodegas Bilma debe quedar como un borrón en la historia:
la crónica situación de minifundio que dificulta el cultivo y la
comercialización necesitan de un sector público que complemente las bodegas
familiares privadas. El sector público debe regirse por la máxima transparencia
en todas sus acciones y nunca ser creador de inestabilidad sobre el vino y su
comercialización.
Las bodegas gestionadas por el Cabildo han hecho una labor
encomiable en la mejora y la dignificación de nuestros vinos. También han sido
un apoyo inestimable para la sociedad rural, para muchos viticultores huérfanos
de bodegas y de posibilidades para vender sus vinos. Corrijamos lo que es
lógico que se corrija, pero busquemos mantener lo que se ha hecho bien. El vino
es un sector básico en el mundo rural de las Islas, en nuestra cultura y
nuestra historia. Nuestras viñas y nuestro vino tienen un valor que no pueden
cotizar en bolsa.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 12 de Octubre de 2014
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