La historia de las islas esta llena de
ejemplos de una larga y rica convivencia del hombre con la naturaleza; cada vez
que hablamos de nuestras chapas o nuestras morras utilizamos los nombres que
les dieron nuestros antepasados, a veces fruto de la casualidad, a veces fruto
de eventos externos, pero en muchos casos los topónimos oficiales son fruto de
tradiciones y costumbres rurales, agrícolas y ganaderas que han pervivido hasta
hoy.
Un ejemplo claro es el topónimo “rosa”,
derivado de “roza”, donde el castellano en Canarias dejó la “z” al norte de
Cádiz. El profesor D. Leoncio Afonso en el atlas de Canarias nos sitúa unos 80
topónimos con la denominación rosa o roza. Nos dice Don Leoncio que rosas
significa desbrozar, eliminar vegetación, preparar tierras para cultivar e
incluso quema de la misma para cultivar aprovechando las cenizas como
fertilizante en nuestros campos. Las rosas dominan en las zonas forestales,
pero también lo encontramos en espacios costeros o en las islas orientales
donde la vegetación a eliminar eran cardonales, tabaibales, aulagas, sabinas o
almacigos.
Tenemos rosas/rozas en las zonas
forestales, pero también en nuestras costas y medianías, como por ejemplo en el
noreste de Tenerife entre el Roque de Guañaque, El Rosario y La Matanza. Allí
tenemos cuatro localidades con tal topónimo, lo que indica el peso de la lucha
del hombre con la naturaleza para buscar tierras de cultivo en los lugares más
fértiles, dejando el bosque para los puntos con peor suelo o topografía más
difícil.
Por desgracia, muchos espacios naturales
han recibido en los últimos años grados de protección ignorando la cultura del
territorio y los usos que han hecho nuestros campesinos. Nos hemos olvidado no
solo de consultar con la gente del campo, sino que hemos ignorado las reglas de
la convivencia entre el hombre y la naturaleza a lo largo de la historia. La
Ley de Armonización Ambiental que se esta hilvanando en el Parlamento de
Canarias no corta con el excesivo número de trámites que las actuales leyes le
ponen a nuestros agricultores para el uso del territorio; tampoco va a
clarificar o a hacer más sencillos, con dispositivos claros y concretos, los
usos tradicionales al hombre del campo. El actual borrador no van a sembrar
motivación y razones para acercar a nuestra gente a un campo olvidado y
maltratado, en el que las leyes anteriores han sembrado un zarzal de papeles y
de burocracia.
Tenemos un caso de libro en el municipio
de El Tanque, entre la Rosa Vieja y Las Troqueras, donde en el año 2004 un
joven se animó a construir una granja en suelo rústico en una de las tierras
más fértiles en el norte de Tenerife, el Llano Martín. Esta granja, que merece
nuestro apoyo como oasis en el erial de nuestros campos, después de 8 años aún
no se ha podido legalizar por los múltiples filtros que nuestra administración
ha puesto sobre el terreno. En este caso se trata de suelo de protección
forestal; a las más fértiles tierras de cultivo de las medianerías de Tenerife
se le ha puesto una categoría que limita los usos tradicionales y básicos para
trabajar y vivir en nuestro querido campo.
En un municipio que tiene más de un 40%
de paro, donde no labran ni el 10% de las tierras cultivables, nuestra querida
administración le pone complejos adjetivos al territorio y en consecuencia hoy los
campos antaño cultivados son lugares ideales para un posible incendio con las
viviendas rodeadas de matorrales, zarzas, hinojos, tojos, etcétera.
El hecho de que en Holanda haya casi una
vaca por cada habitante, mientras que aquí tenemos una vaca por cada 100
personas, demuestra que es posible otro modelo ambiental y social. Necesitamos
un marco de leyes claras, sencillas, que apoyen las actividades agro-ganaderas,
que penalicen los campos balutos y también que garanticen unos precios mínimos
a los agricultores. No podemos ni debemos continuar maltratando lo poco que aún
nos queda de campo; las leyes que se elaboraron en la “época alegre” que
protegen más a un lagarto que a un campesino, hay que cambiarlas por un marco
que armonice al hombre y a la naturaleza, al trabajo y la solidaridad.
La seguridad alimentaria, los problemas
sociales de paro, marginación, hambre, nos obligan a optimizar todos nuestros
recursos. Las leyes que se hilvanan en estos momentos en el Parlamento de
Canarias o las que importamos de Bruselas o Madrid no pueden continuar por los
derroteros anteriormente descritos. No es lógico ni razonable seguir
maltratando a los pocos campesinos que quedan en una tierra donde cerramos
colegios unitarios en el mundo rural, donde apenas tenemos jóvenes que miren
para el campo mientras en nuestras ciudades aumentan el paro y la miseria.
Estos surcos de papel que hablan de la Rosa Vieja y las Troqueras, son una
llamada para que la política ambiental, agraria y social cambie. En nombre del
Medio Ambiente no podemos sembrar el “miedo ambiente”.
El documento que hilvana el Parlamento de
Canarias tiene que dar alternativas a esta situación, tiene que escuchar a los
hombres y mujeres del campo y no debe ser un documento para poner una “coma” o
una “z” a leyes hechas en los despachos, cargadas de alegatos vacíos, que
potencian zarzales y desidia en nuestro pueblos. Necesitamos que nuestros
campos se aren y que nuestros jóvenes se queden, como el caso anteriormente
citado; que no se tengan que alejar por unas leyes que les persiguen y les
maltratan.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN
GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 23 de Agosto de 2014
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