Oímos y leemos con frecuencia la referencia de Singapur como
posible modelo ideal para Canarias, ya que se trata de un territorio con pocos
recursos naturales, enclavado en una isla, y su nacimiento ha tenido que ver
con el tema portuario. Es interesante una lectura de lo que ocurre en dicho
territorio como experiencia y gestión de un colectivo de pueblos (chinos,
malayos, indostánicos, europeos…). Es un marco territorial reducido, y lo que
aún es más complicado, próximo a zonas en conflicto con problemas étnicos y
culturales históricos, así, por ejemplo, la diáspora de los chinos en la Indonesia de Sukarnos, o
la China de
Mao, así como los conflictos religiosos y étnicos con los tamiles, o problemas
similares con el islam en distintas partes de Indonesia, con los casos de Aceh,
o los cristiano-musulmanes en las Célebes, Molucas, Bali, Timor Oriental…
Incluso la separación política con pueblos de la península de Malaca.
El nacimiento y expansión de una ciudad-estado con cuatro lenguas oficiales, un
crisol de culturas y pueblos que han estado enfrentados a lo largo de muchos
años. Todo ello ha sido posible bajo un régimen político autoritario que ha
logrado potenciar uno de los puntos estratégicos más importantes del planeta,
creando una gran potencia económica. Es en este marco geográfico en el que ha
nacido y crecido, en menos de sesenta años, uno de los emporios económicos en
las finanzas y el comercio mundial, siendo Singapur uno de los cuatro centros
económicos más importantes del planeta, con uno de los puertos y aeropuertos
que ocupan las primeras líneas en el tráfico mundial. En un nudo de
comunicaciones entre el océano Índico y el mar de la China , en el que Singapur es
un oasis como fue Samarkanda en la ruta de la seda, o Tombuctú en el desierto
del Sahara, en el comercio del oro y la sal hacia el Mediterráneo. Canarias ha
jugado y juega otro papel económico y estratégico en un interland más pobre, en
una posible situación tricontinental entre Europa, África y América del Sur, en
la que tenemos numerosos cuellos de botella para optimizar los recursos de las
Islas; así por ejemplo, hasta hace poco, apenas teníamos vuelos con el
continente africano desde las Islas, y los puertos canarios han tenido
numerosas dificultades para hacer de plataforma tricontinental en la actividad
comercial. Por otra parte, la actividad industrial en las Islas, como el tabaco
y la pesca, ha tenido numerosos cortocircuitos, unos puestos por Madrid, y
otros de cosecha propia. En otro estado de cosas, tampoco es deseable competir
en costes de mano de obra como ocurre con indonesios y malayos en Singapur.
Gran parte de los problemas actuales son hijos de la deslocalización y de la
globalización. No sólo ha creado paraísos fiscales sino el control que juegan
las multinacionales sobre los alimentos y las materias primas, y también en la
explotación de amplios colectivos por el gobierno de grandes grupos
financieros.
El mundo canario tiene que mirar sin duda al exterior y
revalorizar la situación estratégica de las Islas, sin descuidar cuantas
actividades podamos optimizar, sin olvidar que parte del éxito de la
ciudad-estado es también hijo del autoritarismo político que tiene un alto
coste en libertades, valor este básico en la sociedad que queremos vivir, unido
a la potenciación de la actividad económica que nos permita mantener y cuidar
la actividad turística, así como el cuidado medioambiental y la hospitalidad de
nuestra gente hacia los visitantes. En un territorio en el que hemos de mimar
la agricultura y unas mejores relaciones económicas entre turismo, agricultura
y medio ambiente, con una complementariedad, y no una discriminación, como ha
ocurrido estos años, hacia el mundo rural y las actividades del sector
primario. El turismo que domina en Canarias tiene que ser diferente de lo que
ocurre en Cancún, en Rivera Maya, y en otros sitios.
Entendemos que el debate en Canarias es cómo optimizar todos nuestros recursos,
no la copia de modelos que, como hemos visto en el caso de Singapur, han nacido
en otros contextos sociales y económicos a lo que ocurre en las Islas. La
población local es nuestro principal capital como recurso en el que hay que
armonizar una sociedad de servicios con un aparato productivo que ofrezca
alternativas sociales y ambientales a la actual situación económica. Es en ese
marco en el que el paraíso oriental tiene poco que enseñarnos. Nosotros somos
más modestos, menos vulnerables, puesto que allí viven cinco millones de
personas en una isla como La
Palma. De imitar a alguien preferimos el modelo holandés.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 20 de Abril 2013
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