Nuestra tierra ha sufrido profundos cambios: hasta hace
pocos años era imposible pensar en que en algunos pueblos de Canarias haya
cientos de caballos y por el contrario no tengamos una vaca de leche. Se ha
impuesto la cultura del ocio y creemos haber olvidado para siempre nuestra
lucha por la supervivencia. Ahora, que parece que la crisis vino para quedarse,
no reaccionamos; estamos en la obligación de buscar alternativas aquí y ahora
para los que buscan la luz en la salida del túnel. Estos surcos no pretenden
discriminar al que cuida a los equinos, sino animados a incorporarse a otras
actividades que hemos olvidado, como, por ejemplo, nuestra ganadería de
siempre: vacas, cabras, cochinos, gallinas, etcétera. Éstas no son líneas
antiequinas, sino que pretenden servir de concienciación sobre algo básico para
la estabilidad alimenticia y la estabilidad social de nuestra tierra.
Sólo en Icod el Alto, que tiene unos 4.000 habitantes,
se cuidan a más de 300 caballos, contra sólo un par de docenas de cabezas de
ganado vacuno. También hay apenas algunos mulos, que son básicos para sembrar,
sachar y arrendar las papas, y para otras ayudas complementarias en el
transporte; sin embargo, mientras que los mulos se alimentan de forrajes de la
tierra los caballos lo hacen en su gran mayoría con alimentos importados.
Vivimos en un territorio que importa todos los años
más de 70 millones de kilos de carne, y sólo sacrificamos aquí unos 18 millones
de kilos. Importamos más de 300 litros de leche por habitante y año,
produciendo aquí solamente unos 60 litros por habitante y año. Hay
una larga lista de factores que han contribuido a esta situación de
desequilibrio, entre otros la liquidez disponible antes de la crisis, las
importaciones de productos lácteos y cárnicos con REA o sin REA. Otros
factores, como las leyes ambientales que hemos creado en Canarias y la ley de
bienestar animal que nos ha impuesto Bruselas, hacen que los establos para
Vacuno, cabras, cochinos o gallinas hayan de reunir unas condiciones que no
están al alcance de nuestros campesinos. Los caballos, sin embargo, son
tolerados incluso en núcleos densos de viviendas, ya que nuestros prejuicios
contra la cultura tradicional no se aplican ante la supuesta riqueza que eso
representa.
La supuesta modernidad tiene mucho que ver con esta
situación; en otros lugares como las Azores o Holanda las vacas conviven con la
población. Allí son parte de la sociedad, llegando al punto de que los
holandeses tienen 100 vacas por cada 150 habitantes y éstas son un símbolo
nacional, mientras que aquí con una vaca por cada 100 habitantes tenemos
numerosos conflictos; parece que nuestro olfato está mucho más desarrollado
aquí que en la próspera Holanda.
Es urgente un nuevo marco normativo para las instalaciones
ganaderas en las Islas. Nuestras leyes actuales no toleran su existencia,
aplicando pautas urbanas o de protección ambiental extrema a la mayor parte del
medio rural. Por otro lado, las normas de bienestar animal europeas no se
pueden aplicar directamente en las Islas, ya que en numerosos casos, como los
vertidos de los purines a los ríos, son literalmente imposibles de aplicar en
Canarias. Queserías y mataderos sufren la aplicación rígida y estricta de las
normas fitosanitarias, mientras que por nuestros puertos entra carne de
terceros países que no sólo no paga aranceles sino que además no ha tenido
prácticamente control en comparación con el que se le pide aquí a nuestros
ganaderos. Sufrimos la ruptura entre ganadería y medio ambiente: Mientras que
nuestros caballos apenas tienen que ver con pastos naturales o con el cultivo
de la tierra y dependen básicamente de paja, avena y pienso importados, los más
de quinientos mulos que tenemos en las medianías del Norte están plenamente
integrados en la gestión de nuestro territorio. Cada cabeza de ganado vacuno
retira varias toneladas de pasto a lo largo del año, siendo una ayuda en la
lucha contra los incendios. A ello se suma la producción de estiércol, con la
correspondiente recogida de hojarasca de nuestros montes.
Lo ocurrido este pasado verano en California nos debe servir
de aviso: en un entorno semiárido de población dispersa ha habido que desalojar
miles de viviendas. Solamente esta pasada semana tenían más de 5.000 bomberos
de todo los estados y numerosos medios aéreos en la lucha contra el fuego. La
ganadería no sólo aporta proteínas, sino que es un medio de gestión ambiental
de primer orden. La recuperación de nuestras medianías es básica para el
presente y futuro de nuestra tierra. Necesitamos incorporar la actividad
ganadera no sólo para producir carne y leche, de lo que somos altamente
deficitarios, sino también por razones ambientales y sociales. La producción y
distribución de alimentos a escala mundial se concentra cada vez en menos
manos, desde la bolsa de Chicago a otros lobbies de algunas
multinacionales, que están controlando no sólo las semillas sino gran parte del
comercio internacional de cereales, carne, lácteos, etcétera.
Otro campo es posible y también necesario.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 28 de Septiembre de 2014
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