domingo, 28 de septiembre de 2014

Vacas y caballos: modas y modos

Nuestra tierra ha sufrido profundos cambios: hasta hace pocos años era imposible pensar en que en algunos pueblos de Canarias haya cientos de caballos y por el contrario no tengamos una vaca de leche. Se ha impuesto la cultura del ocio y creemos haber olvidado para siempre nuestra lucha por la supervivencia. Ahora, que parece que la crisis vino para quedarse, no reaccionamos; estamos en la obligación de buscar alternativas aquí y ahora para los que buscan la luz en la salida del túnel. Estos surcos no pretenden discriminar al que cuida a los equinos, sino animados a incorporarse a otras actividades que hemos olvidado, como, por ejemplo, nuestra ganadería de siempre: vacas, cabras, cochinos, gallinas, etcétera. Éstas no son líneas antiequinas, sino que pretenden servir de concienciación sobre algo básico para la estabilidad alimenticia y la estabilidad social de nuestra tierra.

 Sólo en Icod el Alto, que tiene unos 4.000 habitantes, se cuidan a más de 300 caballos, contra sólo un par de docenas de cabezas de ganado vacuno. También hay apenas algunos mulos, que son básicos para sembrar, sachar y arrendar las papas, y para otras ayudas complementarias en el transporte; sin embargo, mientras que los mulos se alimentan de forrajes de la tierra los caballos lo hacen en su gran mayoría con alimentos importados.
 Vivimos en un territorio que importa todos los años más de 70 millones de kilos de carne, y sólo sacrificamos aquí unos 18 millones de kilos. Importamos más de 300 litros de leche por habitante y año, produciendo aquí solamente unos 60 litros por habitante y año. Hay una larga lista de factores que han contribuido a esta situación de desequilibrio, entre otros la liquidez disponible antes de la crisis, las importaciones de productos lácteos y cárnicos con REA o sin REA. Otros factores, como las leyes ambientales que hemos creado en Canarias y la ley de bienestar animal que nos ha impuesto Bruselas, hacen que los establos para Vacuno, cabras, cochinos o gallinas hayan de reunir unas condiciones que no están al alcance de nuestros campesinos. Los caballos, sin embargo, son tolerados incluso en núcleos densos de viviendas, ya que nuestros prejuicios contra la cultura tradicional no se aplican ante la supuesta riqueza que eso representa.
 La supuesta modernidad tiene mucho que ver con esta situación; en otros lugares como las Azores o Holanda las vacas conviven con la población. Allí son parte de la sociedad, llegando al punto de que los holandeses tienen 100 vacas por cada 150 habitantes y éstas son un símbolo nacional, mientras que aquí con una vaca por cada 100 habitantes tenemos numerosos conflictos; parece que nuestro olfato está mucho más desarrollado aquí que en la próspera Holanda.
Es urgente un nuevo marco normativo para las instalaciones ganaderas en las Islas. Nuestras leyes actuales no toleran su existencia, aplicando pautas urbanas o de protección ambiental extrema a la mayor parte del medio rural. Por otro lado, las normas de bienestar animal europeas no se pueden aplicar directamente en las Islas, ya que en numerosos casos, como los vertidos de los purines a los ríos, son literalmente imposibles de aplicar en Canarias. Queserías y mataderos sufren la aplicación rígida y estricta de las normas fitosanitarias, mientras que por nuestros puertos entra carne de terceros países que no sólo no paga aranceles sino que además no ha tenido prácticamente control en comparación con el que se le pide aquí a nuestros ganaderos. Sufrimos la ruptura entre ganadería y medio ambiente: Mientras que nuestros caballos apenas tienen que ver con pastos naturales o con el cultivo de la tierra y dependen básicamente de paja, avena y pienso importados, los más de quinientos mulos que tenemos en las medianías del Norte están plenamente integrados en la gestión de nuestro territorio. Cada cabeza de ganado vacuno retira varias toneladas de pasto a lo largo del año, siendo una ayuda en la lucha contra los incendios. A ello se suma la producción de estiércol, con la correspondiente recogida de hojarasca de nuestros montes.
Lo ocurrido este pasado verano en California nos debe servir de aviso: en un entorno semiárido de población dispersa ha habido que desalojar miles de viviendas. Solamente esta pasada semana tenían más de 5.000 bomberos de todo los estados y numerosos medios aéreos en la lucha contra el fuego. La ganadería no sólo aporta proteínas, sino que es un medio de gestión ambiental de primer orden. La recuperación de nuestras medianías es básica para el presente y futuro de nuestra tierra. Necesitamos incorporar la actividad ganadera no sólo para producir carne y leche, de lo que somos altamente deficitarios, sino también por razones ambientales y sociales. La producción y distribución de alimentos a escala mundial se concentra cada vez en menos manos, desde la bolsa de Chicago a otros lobbies de algunas multinacionales, que están controlando no sólo las semillas sino gran parte del comercio internacional de cereales, carne, lácteos, etcétera.
Otro campo es posible y también necesario.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 28 de Septiembre de 2014

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