Hablar de papas canarias es hablar de nuestro paisaje, de
nuestras medianías, nuestros pueblos, de nuestra gente. Son imprescindibles
para la estabilidad social y ambiental; son parte indisoluble de nuestra cultura
alimenticia. Canarias dejará de ser Canarias cuando se acaben nuestras papas.
La historia de Canarias está unida a nuestras papas, ya que
fue el primer lugar fuera de Suramérica donde se cultivaron. Las variedades de
papas de color fueron introducidas a mediados del siglo XVI desde las islas de
Chiloé y los Andes, y han pervivido en Canarias gracias a la constancia y
esfuerzo de nuestra gente, como un testimonio de nuestra historia.
En los últimos días los precios de las papas han caído en
picado sin justificación aparente. En numerosos supermercados de las islas
tenemos ahora patatas a menos de 40 céntimos el kilo. No está claro si esto es
consecuencia de los excedentes de producción a bajísimos costes de producción
en algún lugar del mundo o de una guerra de precios entre los grandes
distribuidores que intentan reventar el mercado y barren en su recorrido a
nuestros agricultores.
Los precios de las papas al consumidor en países como
Alemania, Francia o Inglaterra superan por lo general las cifras antes mencionadas.
Solamente los costes de producción en Canarias superan los 40 céntimos llegando
incluso a los 60 céntimos por kilo.
Hasta ahora había un acuerdo tácito entre los distribuidores
de papas y los productores canarios. La demanda interior ha preferido las papas
locales, sin llegar a importaciones importantes durante nuestra cosecha. Parece
sin embargo que este acuerdo de conveniencia se ha roto y quien sufre las
consecuencias son nuestros agricultores.
En los últimos 30 años hemos perdido más de 10 mil hectáreas
cultivadas de papas: hemos pasado de las más de 15 mil hectáreas en los años 80
a las raquíticas 4500 de este año. En 1990 producíamos 111 millones de kilos,
en el 2000 unos 80 millones de kilos y nos situamos en el 2013 en torno a los
60 millones de kilos.
En la profunda crisis que vivimos, con los índices de paro
que tenemos en Canarias, continuamos abandonando terrenos y perdiendo puestos
de trabajo. Cada día somos más dependientes, incluso cuando con las papas no
solo nos podríamos autoabastecer, sino exportar en invierno, aprovechando las
condiciones climáticas de nuestro territorio.
El cultivo de papas es una herramienta que armoniza y
articula el territorio, es parte imprescindible desde los arenados de Lanzarote
a los jables de Vilaflor, a los cultivos de Taibique en el Hierro o a los
regadíos en La Gomera, Gran Canaria o La Palma. Las papas de color son la
cultura agrícola básica en el norte de Tenerife, desde las borrallas en Anaga
hasta el ojo de perdiz en Teno.
El paisaje de las papas domina gran parte de los cultivos de
secano, sobre todo asociadas con la viña y otros frutales y en rotación con
cereales, legumbres y barbechos. Hablar de las papas es también hablar de
nuestra cocina y nuestros hábitos alimenticios.
Luchar por las papas es luchar por el futuro de esta tierra.
El sector primario debe ser una parte más importante de nuestra economía que el
que tiene en la isla estado de Singapur. Tenemos que defender otra manera de
hacer las cosas: las guerras comerciales de las grandes empresas distribuidoras
no deben arruinar miles de familias, como en el caso que nos ocurre.
Con las papas está ocurriendo algo lamentable. Los 20
céntimos de ayuda Posei que obtienen una parte de las papas producidas en
Canarias posiblemente no llegue al 30% de la cosecha. Hay que revisar los
criterios de reparto de las ayudas, vinculándolos a la superficie cultivada o
incluso ampliar la partida. Las ayudas se deben distribuir entre los que bajan
al surco y trabajan la tierra; ahora parte de las ayudas no están yendo a los
que sembraron y cavaron las papas sino a algunos distribuidores.
Hay alternativas y tenemos que sembrar el campo con
compromiso dado la orfandad que sufre. Las administraciones deben aplicar mejor
unas leyes que se aplican mal o de manera escorada y no olvidarse del sector
que es merecedor de ayuda.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 14 de Septiembre de 2014
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