En Canarias, hasta hace escasos decenios, ha dominado una
cultura con un gran peso rural, agrícola y ganadero. Nuestra cultura agraria,
adquirida tras muchos siglos de relación con el medio insular, ha sabido
explotar óptimamente los recursos disponibles; es una cultura muy rica y
diversa, con una gran capacidad productiva que ha permitido tanto el
autoabastecimiento como incluso la exportación. Los canarios somos y siempre
hemos sido lo que comemos.
Hasta hace unos años, más del noventa por ciento de lo que
consumíamos se producía en nuestros campos. La situación ha cambiado de tal
manera que ha llegado prácticamente a invertirse la situación: hoy dependemos
casi totalmente de las importaciones. Vivimos una situación similar a la que se
vive en los países del Golfo Pérsico, donde la carencia de agricultura y la
riqueza del petróleo les permite abastecerse con alimentos, frutas y hortalizas
de lugares lejanos.
En los últimos años, hemos sufrido grandes cambios en el
plano económico. La supuesta libertad de comercio en nuestros puertos, tanto
con la Unión Europea como con terceros países, así como la gran demanda de
recursos del sector servicios, ha roto nuestra cultura y los valores que
dominaron en nuestro pueblo. La agricultura de autoabastecimiento y exportación
ha sido destruida en su mayor parte.
La entrada en Canarias de cinco grandes distribuidores
nacionales e internacionales ha copado más del 70% de la distribución de
alimentos a través de las grandes superficies.
La producción local, en muchos casos por pequeñas y medianas
empresas, se ha quedado prácticamente al margen de estos centros de
distribución. Se ha llevado a la ruina a gran parte del sector productivo
canario.
Uno de los mejores ejemplos lo tenemos en el caso de los
productores canarios de los sectores porcino, avícola y cunícola, que tienen
capacidad para autoabastecernos.
Sin embargo, la producción local tiene problemas para su comercialización, al
no tener suficiente demanda en las Islas. Importamos en Canarias anualmente más
de 12.000 toneladas de carne de cochino, así como otros productos cárnicos,
huevos, leche y otros productos.
Los grandes distribuidores prefieren importar desde Europa o
la Península, a pesar de que a las importaciones de carne de cochino y huevos
se les aplica el AIEM (arbitrio sobre las importaciones y entregas de
mercancías en Canarias), con un gravamen del diez al quince por ciento. Muchas
granjas de nuestras islas se ven obligadas a exportar o a cerrar ya que la
demanda de los pequeños distribuidores no es suficiente.
Si queremos reactivar el sector primario en Canarias, hemos
de cambiar de cultura a la hora de comprar, demandando productos frescos y de
la tierra, acción que haga cambiar la actitud de las grandes superficies. Si no
hay demanda de nuestros productos, el sector productivo continuará
empobreciéndose. Cambiar la actual situación obliga a cambiar nuestra cultura.
A pesar de que con la actual situación de precios nacionales
e internacionales esto podría suponer encarecer la cesta de la compra en
algunos productos, a medio y largo plazo tiene muchas ventajas. Una de las más
importantes es que seríamos mucho menos dependientes de las fluctuaciones del
mercado internacional. Si no demandamos hoy productos locales, cuando el día de
mañana se disparen los precios fuera ya no contaremos con productores locales
que amortigüen esa subida.
A estas razones se suman la generación de puestos de trabajo locales, la
dinamización de la economía rural, un mayor control de la producción
alimentaria y las ambientales por reducir las distancias de transporte.
A lo largo de la historia, siempre se ha asociado la cultura
con la alimentación, con la relación del hombre con el medio. Darle hoy el
mejor uso posible a nuestros recursos, protegiendo y aumentando nuestra
producción local, significa generación de trabajo, redistribución de riqueza,
mayor estabilidad social y ambiental, además de menor dependencia del exterior.
Significa también cuidar nuestras raíces como pueblo, mirando
menos hacia el espejismo lleno de fuegos fatuos de un modelo totalmente alejado
de nuestra áspera topografía de malpaíses y barrancos. Las paredes y los surcos
que encaba el sacho tienen muchos nudos hijos de la sequía y el viento.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 6 de Julio de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario